Una Expiración de Esperanza en el Gólgota Linarense

Es lento el caminar del Señor, luminosa la tarde y hasta confuso el vuelo de palomas que toman el campanario callado de San Francisco como ...


Es lento el caminar del Señor, luminosa la tarde y hasta confuso el vuelo de palomas que toman el campanario callado de San Francisco como un símbolo donde se posa la tragedia. La saeta de dolor que acompañó la madrugada del Viernes Santo con el Señor de Linares ha callado. Las gargantas flaquean y saben que su lamento como si de un destino compartido se tratase, es callar y aceptar el dolor de una muerte que es muerte de vida.
La voz de su pueblo hecha sufrimiento mientras se hace la tarde del Viernes Santo entre llanto y silencio. Cristo acaba de entregar su alma al Padre mientras alza su mirada hacia el cielo en el Gólgota Linarense, y en su agonía pronuncia las ultimas palabras... "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu" .






El día ha sido largo y el tiempo ha ido pasando deprisa. Esta Semana Santa toca a su fin, pero aun queda tiempo para los últimos encuentros en la C/ Marques donde se celebrará la Ceremonia de la Expiración. Largas filas de nazarenos inician el caminar lentamente dejando tras ellos la impresionante imagen del Stmo. Cristo de la Expiración que se asoma magestuosamente por el cancel de la puerta de la Iglesia de San Francisco de Asís.  La tensión de su costado atravesado, derramando agua y sangre. Sus manos que dieron tanta Esperanza a los ciegos, a los inválidos, a los desvalidos... Sus rodillas marcadas con las señales de las caídas durante el camino con la Cruz al hombro.

Paso a paso y siempre sin perder el compás, va dejando atrás su templo y su figura se desdibuja en el horizonte entre una nube de incienso que se va elevando. Se estrecha la calle Pontón para recoger tanto dolor que el movimiento suave de su trono sobre los hombros de su Cuerpo de Horquilleros va marcando los pasos que sigue la Señora bajo su Palio, en su rostro tristeza de llanto y Esperanza como su nombre, sabiendo que sobre la muerte de su hijo aun esta la Esperanza de la vida de todos los hombres.










Los oídos se han ido acostumbrando durante estos días a los sonidos propios de la Semana Santa, mientras al son que marca una corneta acompañado del redoble de un tambor va cayendo los últimos rayos de luz, apagando el horizonte lentamente en este discurrir de la muerte de Cristo. Poco a poco, se ensancha la C/ Isaac Peral hacia San Francisco donde la procesión lleva sus últimos llantos y mantillas vestidas de duelo.  El Viernes Santo se apaga... todo esta a punto de finalizar.

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